Cóndor Andino: El Rey de las alturas.

Ir en búsqueda del Rey del vuelo, puede parecer sencillo, pero hacerlo en la salida del invierno en los Andes puede resultar una experiencia diferente.

El gran Cóndor Andino habita allí arriba, donde las nubes se pueden tocar.

 

Decir octubre es decir primavera, pero en los Andes aun quedan resabios del invierno. Dispuesto a intentar fotografiar esta gran ave armo una salida a 400 km de distancia pensando que ya las nieves -alguna vez en el pasado eternas -, se habrían replegado. El cambio climático es toda una realidad, ya no hay nieves eternas…

Como conocedor del lugar, su clima cambiante, y sabiendo que estar solo allí arriba conlleva tomar precauciones, no pueden faltar un buen par de calzado y campera de abrigo, además estos deben ser impermeables.

 

 

 

Camino al cielo

Ni bien llegado el clima parece desafiarme, un cielo encapotado y copos de nieve dan la bienvenida. Lo primero que observo levantando la vista, son esas manchas de gruesa nieve justo donde esta mi camino de ascenso, desde la distancia parecen mas pequeñas pero ya supone que fácil no será.

Lo primero es lo primero, salir a reconocer el terreno, internarse en el bosque a ver como esta la “senda”. El bosque es cambiante, caen árboles, ramas, un colchón de hojas secas van dando forma a un paisaje todos los años distinto, aun conociendo mucho el lugar a veces resulta un verdadero acertijo seguir esa “senda” que te llevara al destino.

Alguien que no conoce el entorno pensara, pero si puedo ir en línea recta y llegar mas rápido, no… el bosque tiene sus secretos, esos secretos que lleva tiempo ir revelándolos, son sendas, caminos, pasadas que si no se respetan puede resultar en un día agotador sin éxito alguno.

Y lo peor, perdido sin un rumbo fijo, el bosque no suele perdonar desatinos.

 

Era hora del descanso, a pensar en como repartir el tiempo al día siguiente, tratando de cargar en nuestra ruta imaginaria aquellos puntos, instantáneas de la memoria visual que quedan guardados de caminatas anteriores, la cuestión aquí es no errar el camino.

La vista por la ventana no presagiaba una mañana sencilla, grandes copos de nieve se precipitaban y con poco animo de parar.

Alguna vez le conté a un amigo lo placentero que era “escuchar el silencio de caer la nieve” y me miro extrañado…

 

Bien temprano un te caliente, una barra de chocolate hacen la vez de la calefacción, inexistente. Con tres tazas de te era suficiente…

El primer problema, como abrir el auto para hacer los 10 primeros kilómetros hasta donde termina el camino y comienza el sendero. Las puertas pegadas por el hielo.

 

Ya solucionado el descongelar el parabrisas también, con una buena temperatura del motor parto rumbo al comienzo de la caminata.

 

El frío de la mañana

Vaya primavera !!

Una mañana fría pero hermosa, apacible, silenciosa. Que belleza el bosque con sus crujidos de grandes lengas, cantos de aves que se pierden a la distancia. Un juego de luces que encienden rojos, ocres, amarillos y verdes intensos humedecidos por la nieve derritiéndose.

 

La "senda" comienza aquí 

Agua y nieve o aguanieve?

A paso lento pero constante comienzan los varios kilómetros en subida, al caminar en el bosque debemos tener ciertas precauciones en no hacer ruidos, evitar pisar ramas. Me sorprende un seco ruido de una rama rota, de inmediato me detengo pensando “seguro es algún ciervo”… Después de unos segundos de silencio observando los alrededores descubro dos jabalíes comiendo al borde del pequeño vallecito a mi izquierda. De inmediato me descubren por su agudo olfato –quede en mala posición respecto al viento del oeste- ya en guardia uno de ellos da unos pasos y queda semioculto detrás de una gruesa lenga, el obturador de la cámara lo pone aun mas en alerta. Su mirada de sorpresa y levantando el morro en indicación que olfateaba me suponía que habría una inevitable estampida, los demás estaban ocultos entre ramas, en total llegue a contar 7 ejemplares de un porte esbelto -90 cm a la cruz seguro- pero desgastados por el crudo invierno que debieron soportar.

En un instante desaparecieron bajo un ruido de quebrado de ramas. Respire profundo con gran alegría, es difícil verlos –muy difícil- fue un golpe de suerte comenzando el día.

 

 

En la capa de nieve que se derretía se podían ver muchos rastros, una gran actividad dentro del bosque, un puma dejo sus huellas, quizás observando la piara de cerdos, algún rastro de ciervo rojo también usando el mismo sendero comunitario.

 

Que haces tu aquí ?

Ya en el tramo superior entro en esa ventana que me da una postal cercana del cerro, con manchas de nieve congelada del invierno patagónico.

Descanso obligado antes de comenzar el tramo “difícil”, evaluar la ruta mas segura tratando de evitar los grandes “bardones” de nieve compactada. Son unos 400 metros difíciles de vedad, las piernas lloran a cada paso, paso que debe ser seguro para evitar una caída.

 

Ya estamos cerca 

Muchos me preguntan porque ando solo por esos lugares, una caída desafortunada puede derivar en un problema traumatológico. Yo digo… y bueno son los riesgos que asumimos, de algún modo saldré de allí. La fotografía de naturaleza es una pasión para mí.

Esta actividad requiere mucha paciencia, tranquilidad, silencio. Es una de esas actividades en la que no se puede ir en tropel, donde no hay un tiempo de regreso y no todos están dispuestos o tienen el temple para soportar horas de frío o calor intenso para lograr una simple foto.

 

 

La “trepada” me sorprende con manchas de nieve profunda, esta congelada y compactada pero tiene zonas blandas, cada cierto paso es inevitable un “enterron” hasta la cintura. Vuelto a luchar para ponerse de pie y seguir. Se hace duro ya el viento que comienza a soplar con intensidad a esa altura, la nieve fresca de la noche es un medano activo golpeando la cara.

 

Por fin la cima !!

Son pocas las veces que he sentido tanto frío! Ese aire gélido calaba hasta los huesos a pesar de la buena ropa. Era hora de esperar que aparecieran los reyes del vuelo sentado junto a una roca que servia de reparo. Allí estaban, a los 10 minutos veo un enorme macho que pasa rasante sobre el borde del desfiladero buscando una térmica o corriente que le permita sostener esa envergadura en un vuelo majestuoso, calculado al milímetro.

 

Es una experiencia difícil de olvidar ver esos casi 3 metros de ave desplazarse con tamaña elegancia.

 

El sonido de sus alas cortando el aire queda en el recuerdo de nuestra alma.

 

 

Una hora pude estar allí, el frío era tan intenso que me hizo renunciar a más tiempo. Igualmente no es bajo mi punto de vista el estar mas tiempo invadiendo la soledad de su hábitat. Ya esta cumplido el propósito, debemos calmar las ansias de sacar y sacar fotos, no por sacar mas y mas tendremos mejores fotos. Aquí de lo que se trata es aprovechar el momento –fugaz- y poner todos nuestros sentidos en lograr la mejor fotografía posible.

 

Las piletas de la cima

Una, dos, tres y al abismo 

El descenso es rápido pero peligroso, la nieve escarchada requiere “clavar” bien los tacos para hacer un paso firme, un resbalón implica bajar 100 metros deslizándose seguramente a buena velocidad, con una llegada al final desde ya no muy afortunada.

 

Compañeros de camino

Parece va a nevar más...

Perdón señor búho por interrumpir su siesta

El regreso transcurre tranquilo, con buen sabor de haber estado a pesar de las dificultades. Habían pasado casi nueve horas de andar, observar, escuchar cada ruido detenidamente. El bosque es una sorpresa permanente si sabemos descubrir sus secretos.

 

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Comentarios: 11
  • #1

    Carlos mendiondo (jueves, 13 octubre 2016 06:21)

    Muy buenas fotos y muy buen relato

  • #2

    Carlos Alberto Fiandrino (jueves, 13 octubre 2016 12:11)

    Excelentes!!!!, como todas tus fotos vistas con anterioridad, en otros sitios.

  • #3

    Eduardo Luis Simek (jueves, 13 octubre 2016)

    Muy buenas las imágenes y muy detallado el relato, muchas gracias por compartirlo.

  • #4

    Franco Sayago (domingo, 23 octubre 2016 11:49)

    Excelente relato con fotos impresionantes.

  • #5

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